lunes, 4 de enero de 2016

Hoy os quiero contar como afrontar con éxito un ocho mil

 
Mi curiosidad por la montaña comienza en 1973, cuando un grupo de montañeros al frente de César Pérez de Tudela culmina en los Picos de Europa la hazaña de la escalada al Naranjo de Bulnes.
Ese mismo año, nuestro equipo de futbol se proclamaba campeón y obteníamos uno de esos premios que a mi tanto me gustan, de esos que no se pueden envolver, tres días de convivencia en pleno pirineo, acampada libre en el Solsonés, toda una aventura y sin duda una gran experiencia, donde por la noche quedé sorprendido por la luminosidad de las estrellas y al amanecer por la Pica d'Estats.

La satisfacción que produce el culminar una cumbre, es sencillamente inexplicable.

Sin duda el poder vivir aquella experiencia me ayudó a valorar la proeza de aquel grupo de escaladores, de aquellos aventureros que dedicaban su vida a abrir nuevas vías, alimentados por su pasión hasta llegar a lo más alto, casi para tocar el cielo. Mi admiración por aquel deporte desconocido me hizo interesarme por la expedición española que al año siguiente coronaba el Annapurna y me ayudó a conocer detalles técnicos, y lo más importante descubrí que no había alternativas, tenían que llegar a la cima. De muy pequeño comprendí que la afición por la montaña era una forma de vida, subir una montaña no era solo esfuerzo, dureza, sacrificio, era realmente pasión, y la pasión solo tiene una dirección, y por tanto una sola salida, continuar hasta llegar.
No creo que existan muchas cosas comparables con lo que podían sentir aquellos montañeros al culminar una cumbre de máxima dificultad, o quizás si...

Por supuesto, la emoción de culminar un ocho mil, no creo que pueda definirse con palabras.

Mi admiración por aquellos escaladores y los que vinieron detrás, hasta llegar a Edurne,  me ha servido para descubrir que todos ellos tenían algo en común, la pasión.

Para afrontar un ocho mil hace falta conocimiento del medio, ADN de montañero, talento, persistencia, y sobre todo pasión, mucha pasión.

Los que no somos montañeros sino espectadores, podemos intentar imitar la heroicidad, apoyarnos de las facilidades que la tecnología y la evolución del turismo proporcionan para acercarnos a la cumbre, pero tanto si subimos a la cumbre como si no, habremos fracasado, sencillamente no es nuestra cumbre, no es nuestra pasión, será espectacular, seguro, pero sencillamente espectacular, no más.
No es suficiente con desear subir, o querer subir a las montañas más altas.

Si alguien piensa que puede comparar esa sensación con la que experimenta un montañero que desde niño se acuesta todos los días soñando con la cumbre y se despierta sin salir de su sueño, perfeccionando su técnica, conociendo montañas, realizando crestas, abriendo vías y continuamente soñando con descubrir una nueva, con culminar las cumbres más altas, viviendo la montaña con intensidad, viviendo por y para la montaña, descubriendo la escalada.
Si alguien piensa que subiendo allí tocará el cielo, debería saber que la pasión no se puede imitar, ni se puede comprar.

Está bien marcarse objetivos, ponerse retos para activarse, pero para saborearlo con éxito, sea cual sea, hay un ingrediente que no debe faltar, la pasión. Y la pasión no se genera en cinco minutos, ni tras una charla de motivación, ni viendo un video de máxima audiencia, la pasión se genera a base de consolidar los deseos, día sobre día, año sobre año. Se consolida soñando despierto una y otra vez.
Si tienes pasión por alcanzar un sueño, no dudarás en tener la constancia como primer aliado, la persistencia, el trabajo necesario para perfeccionarte y todo el tiempo del mundo para culminarlo y tocar el cielo.

No subas una montaña porque otros lo hicieron, tu montaña es otra, cierra los ojos, antes o después la veras y antes o después llegarás a ella.

De niño descubrí que yo también podría tocar un día el cielo, pero para ello no necesitaría subir un ocho mil, ni ninguna otra cumbre. Sin duda me gustan las montañas y caminar por las crestas, pero también me gusta saborear las fresas salvajes, bañarme en agua helada, ver saltar las ardillas o contar las estrellas hasta quedarme dormido.

Espero que este post te ayude a saber diferenciar lo que te gusta, de lo que te apasiona, si no lo has descubierto aún, cierra los ojos, y después deja que tu vida sea guiada por tu pasión.





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