domingo, 24 de enero de 2016

Hoy os quiero contar la característica de los imanes.

De mis primeros recuerdos de niño recuerdo especialmente mi curiosidad por los imanes y el mercurio. A pesar de su toxicidad, era bastante normal aprovechar el mercurio de los termómetros para jugar con aquellas bolitas que se unían y se separaban una y otra vez.
También era bastante común aprovechar cualquier bobina eléctrica inutilizada para jugar con sus imanes. Estos especialmente presentan una de las características más comunes y a la vez más curiosas del universo, la fuerza de atracción y la capacidad de repelerse.
  •  ¿Por que es imposible juntar las partes del imán por unos lados y en cambio se atraen por el otro?
  •  ¿Qué diferencia hay entre un lado y el otro?
Ciertamente, si observas un imán con detenimiento, verás que sus lados no muestran aparentemente diferencias, de hecho no hay nada observable que pueda identificarlos como distintos.
Esa misma teoría la observo desde niño en todas las cosas que me rodean, y hasta ahora todo lo que aparentemente parece prácticamente igual, realmente no lo es.

Constantemente todos percibimos olores, sonidos, imágenes que nos parecen más o menos agradables, que nos atraen,  e igualmente otros impulsos que nos hacen dar un paso atrás, mirar hacia otro lado, o simplemente activar nuestros mecanismos internos para desviarnos hacia aquello que nos encaja, y esto mismo nos ocurre con las personas.

En un mundo inmerso de gente, seguramente encontraremos tanta diferenciación de seres humanos como habitantes hay en el planeta, pero yo quiero centrarme en una sencilla clasificación, igual que en los imanes, dos diferenciados polos, sin flecos, el imán o se atrae o se repele, no hay medias tintas, la realidad es innegable, hay personas que ganan mi admiración y otras que no, personas por las que me siento atraído, especialmente a gusto de compartir mi tiempo y otras que sencillamente no.

Recuerdo cuando era niño y jugábamos a futbol en el colegio, de pequeño ya me gustaba llevar la iniciativa, quizás era un mecanismo de defensa, quizás mis miedos a no ser elegido me llevaba a  animarme a retar a cualquiera de mis compañeros para elegir a los miembros de los equipos. Cuando hacia esos equipos de futbol, nadie entendía porque no elegía primero a los técnicamente mejores y tampoco nadie se explicaba como a veces podíamos ganar si éramos inferiores.
Éramos técnicamente inferiores, pero yo elegía siempre a los que me atraían, a los que ganaban mi admiración por su forma de ser, por su actitud y no por su habilidad futbolística, a los más generosos, a los más ilusionados, a los que sin duda deseaban hacer las cosas bien, a los que sabían que necesitaban al resto de sus compañeros para poder jugar y para los que ganar no era su prioridad, sino que intentarlo y divertirse era más que suficiente.

Con un equipo formado por chicos así, era prácticamente imposible perder.

Ese principio, esa forma de hacer las cosas me ha acompañado toda la vida, me atrae la buena gente, la humildad, las personas con la virtud de la generosidad,  y sobre todo la gente ilusionada, que intentan cada día hacer las cosas de forma correcta, con gran sentido de la responsabilidad y con esa sonrisa en su rostro a pesar de las dificultades, gente simpática y amable con la que me gusta compartir mi tiempo, sencillamente para mejorar aprendiendo de su forma de hacer.

Increíblemente el mundo está lleno de gente maravillosa y de gente que no lo es.

Podemos descubrir infinidad de personas geniales, sencillamente geniales, sin más calificativos, hay suficiente buena gente en este planeta como para compensar sobradamente todas las demás.









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