lunes, 2 de abril de 2018


Hoy os quiero contar una historia en vivo el día de la presentación.
(Biblioteca de Viladecans 17-3-18)

Recordaba hace unos minutos, más en mi estómago que en mi cabeza, aquel 10 de abril del 87, junto a mi hermano, expectantes, ilusionados y temerosos por no saber que pasaría. Meses de trabajo incontrolado transformando un local oscuro y frio, movidos por el convencimiento y guiados por el instinto.
Cuando te enfrentas a lo desconocido, son las emociones las que dominan tu ser. Difícilmente podría dibujar o expresar con palabras lo que sentimos minutos antes de levantar la persiana para comprobar si había alguien al otro lado esperando para entrar. Miedo, incertidumbre, ilusión, un cóctel de emociones acompañadas del cansancio acumulado y el olor de aquellos sándwich de atún con kétchup que días después se convirtieron en el sello de identidad de nuestro querido "burbujas".

Hoy, al observar esta sala de la biblioteca vacía, mientras esperaba, he recordado aquellos minutos previos a la inauguración de aquel local que marcó durante años nuestras vidas, el que fue un gran giro en mi vida y que comenzó, como hoy, con una sala vacía y una gran incertidumbre, unos nervios cogidos al estómago y la duda vencida por la certeza y la esperanza de que las sillas se acabarían llenando, igual que aquella tarde del 87.
Recuerdo aquella frase de mi hermano justo antes de levantar la persiana

 "¿Y si no viene nadie?"

El miedo se transformó en risa, o quizás fue la seguridad, la confianza o el optimismo que manaba de la pasión que habíamos puesto en aquel "nuestro proyecto". O quizás reíamos porque sabíamos que había demasiada cerveza para dos.
Hoy también he recordado a Luisa, que junto a su pareja entraba ocho horas después en aquel local, casi sin clientes, vacío pero lleno, completamente lleno de satisfacción por el calor recibido de la gente, la recuerdo especialmente porque fue la ultima en venir, la única con quien pude sentarme a conversar y la única que eché a faltar aquella tarde, aún sabiendo que no iba a estar. Hoy hace más de treinta años de aquellas palabras emotivas de mi amiga castellera que cerraban aquella tarde-noche tan intensa, que no era más que el principio de un ciclo y el final de una de las mejores etapas de mi vida para iniciar una nueva aventura, un giro brusco cambiando un camino asfaltado por un sendero empinado, un sendero que no sabía a dónde me llevaría, pero que me ilusionaba, me apasionaba lo suficiente para dejar atrás todo lo demás. Una tarde que comenzaba como hoy, con una sala vacía y llena de incertidumbre y que se llenó con amigos que querían estar.
Hoy, rompiendo esquemas y destrozando el aprendizaje vivido con los amigos del C.A.G. en el ensayo de esta presentación, he preferido escribir que charlar, quizás no tocaba, o mejor dicho NO TOCABA, pero he preferido dejarme llevar por las emociones y plasmar en el papel lo que esas neuronas de la tripa estaban recordando.

Es por eso que a veces, el tener experiencia tampoco es que sirva de mucho, cuando te enfrentas a lo desconocido.

Con esta frase finalizaba mi hija hace unos minutos su intervención en la presentación del libro "e de emociones"  y con ese principio he creado esta nueva historia, tal y como pasó con las anteriores, simplemente dejándome llevar por lo que me emociona, porque si sigues el camino de las emociones, nunca será un camino fácil, pero cada vez que te pares te darás cuenta que todo lo que has recorrido siguiendo ese sendero desconocido, oscuro y de extrema dificultad, experimentando, descubriendo y aprendiendo mientras avanzas, lo has vivido intensamente, lo has saboreado, simplemente porque ese camino no asfaltado es tu verdadero camino.