jueves, 28 de febrero de 2019

Coach

A mi vecino Rafa le hacía especial ilusión que fuese a verlo debutar en su primer partido, unos cuántos años menor que yo, aquel niño de séptimo curso de EGB había crecido viéndome continuamente con un balón y rodeado de amigos que me buscaban para jugar un partido, un torneo, o simplemente echar un buen rato en cualquier puerta de garaje cabeceando, tirando penaltis o practicando el taqui-gol.
Aquel año yo había cambiado inexplicablemente de deporte, al menos para mi entorno. Los verdaderos motivos por los que no tuve continuidad en el fútbol federado y porqué comencé a practicar día si y día también con aquel stick de hockey hierba es una incógnita. Lo qué si sé con absoluta certeza es que hoy no me hubieran hecho desistir en mi empeño. Cuando analizas desde tu posición cualquier imposible, el resultado siempre es el mismo; No es posible.

Cuando tengas un sueño y no puedas llegar a él, solo piensa que siempre hay un camino para llegar, tu no lo ves pero el camino está, alejáte si hace falta pero no dejes nunca de buscarlo, no olvides que todo es posible aunque parezca lo contrario, paciencia y constancia y el camino aparecerá.

Recuerdo que estaba tranquilamente comiendo pipas en la grada cuando mi vecino se me acercó aguantándose las lágrimas, sin saber como pedírmelo.
Su entrenador no se había presentado y sin un mayor de edad como entrenador el partido no se disputaba y perdían 2-0.
Mi disposición por ayudar y mi pasión por aquel deporte no me hicieron dudar ni un segundo, jugaron aquel partido, perdieron igual, pero marcharon a casa felices de haber jugado su primer partido en un campo de medidas reglamentarias.
La aventura no acabó a los 90 minutos, como no podía ser de otra manera me comprometí con aquel grupo de chavales y traté de enseñarles todo lo que sabía de aquel deporte. Durante toda la temporada, compartimos risas, lágrimas y limonada implantando estrategía de equipo en aquellos interminables entrenamientos. Perdimos muchos partidos y aprendieron como nadie a valorar las victorias, los goles, las buenas jugadas, al tiempo que yo me nutría, aprendía conocimientos para poderlos trasmitir. Descubrí de aquellos chavales las principales competencias y valores que hoy me dan de comer, simplemente para que ellos mejoraran yo estaba creciendo exponencialmente sin ser cosciente.
Me dediqué muchas horas a observar, a analizar, a comunicar, a hacerles creer en ellos, a convencerles de su potencial. Creyeron en mí, creyeron en ellos y eso nos permitió disfrutar en cada entrenamiento, en cada partido, en cada charla.
Fue mi primera experiencia al frente de un grupo, y uno de los mejores aprendizajes:

mejorar tratando que mejoren los demás con el único objetivo de disfrutar viéndoles crecer.