martes, 3 de mayo de 2016

Hoy os quiero contar donde te enseñan a ser feliz.

Me encontraba aquella mañana totalmente receptivo, con todas mis neuronas activadas, con el único propósito de observar y no perder detalle para captar el máximo conocimiento posible, consciente de que se trataría de una jornada intensa y especialmente enriquecedora.
Aquella mañana me había levantado para aprender, si, ciertamente ese era el propósito de aquella jornada, observar y aprender, aprovechar al máximo aquella práctica de navegación. Quizás porque estaba realmente predispuesto, o porque el entorno favorable me transforma, quizás porque hay días en que todo lo magníficas o quizás porque es cierto que se ve más cuando se mira y se oye más cuando se escucha atentamente, o quizás por alguna otra causa, aquel día se transformó en un nuevo punto de inflexión.
Algo de náutica aprendí aquella mañana, sin duda; seguridad, maniobras, orientación, nudos, terminología, mecánica... toda una concentración de teoría y práctica, lo que se conoce como un master acelerado.
Aprendí indudablemente sobre navegación, pero si algo aprendí realmente fue una lección sobre la vida, una lección que me ha acompañado desde aquel día.
Me sorprendió ver aquella joven patrón como alguien que ante todo creía en ella misma, que había transformado su pasión para crear  un medio de vida, una auténtica profesión, que además vivía con entusiasmo, con ilusión y transformaba lo que podía ser una simple jornada de trabajo en un autoaprendizaje para crecer profesionalmente y sobre todo priorizando lo importante, hacer lo que te gusta para así ser feliz, priorizando esta verdadera esencia por encima de cualquier otra.

Aprendí que lo más importante de cualquier profesión o cualquier actividad que realices es que te apasione, porque vivir con pasión te hará feliz.

Aprendí el valor de compartir un café en una fría jornada de invierno con aquella patrón que se mostraba feliz tras observar el vuelo de un collverd, valorando las cosas sencillas, sin grandes pretensiones y adaptándose al medio para sobrevivir.
Descubrí como alguien que yo veía con un enorme talento manejando aquel velero, idolizaba a aquellos "abueletes" que ya salían de su baño matinal en la Barceloneta a pesar de ser el mes de Febrero.
Mientras yo quedaba sorprendido observando la facilidad con la que realizaba un ballestrinque o un as de guía, descubría como se puede enseñar desde la modestia, evitando el protagonismo y dando ejemplo de como se puede vivir amando lo que haces.
Si algo descubrí aquella mañana fue a alguien con talento, que trabajaba en algo que le apasionaba, que vivía intensamente y con pasión hasta el último detalle de lo que hacia y que no tenia ningún reparo en compartir todo su conocimiento. Alguien que podía valorar el frescor del viento, expresar la belleza de un paisaje, soñar con navegar entre el hielo, explicar con entusiasmo cada detalle, cada anécdota, preguntando y mostrando interés por ayudar y enseñar. Alguien capaz de agradecer a la naturaleza formar parte de ella.

Recuerdo varias anécdotas y una gran lección:

Cualquier cosa que no funcione, posiblemente puedas arreglarla tú, quizás no lo consigas, pero antes de desistir esta la opción de probarlo y la satisfacción de lograrlo.

Desde aquel día, he intentado sin éxito, una y otra vez, he aprendido a base de probar, siempre desde la prudencia, desde la modestia, velando por la seguridad, pero probando para resolver, sin desistir en mi empeño.
Desde aquel día, he intentado compartir mi conocimiento, amando lo que hago, muy consciente de que todo aquello que no sea capaz de compartir, desaparecerá.

Desde aquel día valoro el café  no por su sabor, no por su intensidad, sino por su sabiduría, la sabiduría del compartir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario